La penumbra se ha
vuelto claridad. Vestido e insomne me levanto y bailo. Giro, danzo… y bailo.
Libre le sonrío al cepillo de dientes y me disfrazo de Santa Claus con una
barba de espuma. La quito con afilado acero, pero mal, mal, mal. La sangre
brota como una rosa en la tundra blanca. No importa, ensucio la toalla, me
limpio, y colocó un pequeño trozo de papel higiénico sobre la herida. Se torna
rojo, pero ya es prisionero de mis plaquetas que corren a restañarla.
Ni siquiera pienso en
el peine, mis cabellos enmarañados y mis ropas arrugadas muestran, orgullosas,
mi insania. Esa que siento proclamo feliz con un grito de rebeldía. Tanto he
demorado, tanto he soportado que no puedo creer, que esa haya sido mi vida. Sin
embargo te amé…, te quise como a una diosa. Eras mi dueña.
Recuerdo cuando te
conocí en aquel otro baile. Te miré de abajo hacia arriba, primero esas piernas
hermosas que alargabas con una provocativa minifalda; luego tu figura de
guitarra que invitaba rasgar y por fin… tus ojos, donde rendí mi voluntad y sin
saber (aunque sabía), mi futuro.
No hubo palabras entre
nosotros, con solo vernos fue suficiente, y nos balanceamos en una esfera de afecto
que nos separaba de la multitud. Acaricié tu espalda, me sumergí en el jazmín
de tus cabellos y ardió mi mejilla con tu aliento. Tus brazos quisieron
tranquilizar a mi corazón, pero el roce de tus pechos despertó la locura, y tu
beso… el primero, me hizo arcilla de tus deseos.
De allí, un vendaval.
Lujuria, parientes y casamiento. Luna de miel y se terminó. Trabajo: mucho.
Ciego, no noté esas afrentas oscuras que apagaron nuestro cariño. No había
cenas, no había pasión. Solo órdenes y tu soberbia. No hubo hijos y los amigos
se perdieron descuidados. Un día desperté y comprendí que éramos dos extraños
que apenas se soportaban.
Furia, odio y
desprecio me miraron desde ese mensaje en tu celular. Sin embargo, la hora y el
lugar de tu traición me liberaron. Te pude ver como una araña egoísta que había
dirigido mis hilos de títere y eso selló nuestro destino. Seguí representando mi personaje con una sonrisa de
utilería pegada a mi cara mientras transaba con el diablo la entrega de mi alma
a cambio de tu castigo.
Barajé y deseché mil
maneras, no pensaba inmolarme en la pira de mi enojo. Cuando encontré la
solución, casi la descarto por lo sencilla. No podía recurrir a una farmacia ni
a una droguería, de modo que en un vulgar supermercado compré veneno para ratas,
tus hermanas, que pagué con un anónimo ticket.
Me sacudo el espanto y
libre, te vuelvo a ver. En batón, todavía hundes tu cabeza en el delicioso
consomé que te preparé anoche. Muerta, tu perfume es ahora el hedor de la
corrupción que con los días aumentará hasta que seas pasto de gusanos, y que me
dará el tiempo de ventaja necesario para desaparecer.
Tomo el dinero, mi
pasaporte y cierro con cuidado la puerta de calle. Como preví, con mi aspecto
de lunático la gente me rehúye. Tontos, creen que mi risa es de insania,
mientras contento, huyo a rehacer mi existencia.
Carlos Caro
Paraná, 27 de julio de
2015
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Soberbio, Carlos. Has empezado con la euforia contagiosa de quien afronta el nuevo día con alegría para contarnos la transformación del amor en odio, en locura. Genial. Un beso
ResponderEliminarSe me da muy bien eso de la locura. Ya me asusta. Gracias, un beso.
EliminarSusana , opina que "Loco, loco.." es la respuesta de un Amor exagerado, sin límites y sin fronteras, y su final abrupto, inexorable, enceguece con desesperada locura al amado, que no encuentra respuestas.Podría resolverse sin la locura que la desesperación , motiva? .O, los límites de la sin razón deben ser tan flexibles como lo es este loco sentimiento que no puede cesar?. Para pensar...para decidir...mientras se disfruta de la lectura
ResponderEliminarPues no Susana. No podría resolverse sin la locura, es la que me impulsa... Un beso.
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