5/9/15

Día de sol



Negro, oscuro, tinieblas. Molestia, enojo y un no querer. Me giro como un remedio para escabullirme, pero ya mi imaginación me traiciona y lo siento hormiguear en la nuca. Te vas, te desvanecés en ese sueño que me resisto una vez más a abandonar.

Enojado, entreabro los ojos, solo una ranura que no me comprometa a nada, y que pueda negar con un enfurruñado gesto. La tenue claridad, sin embargo, despierta mi corazón y se desliza tranquila con la promesa del nuevo día. Vago entre alboradas sombras sin lugar, ni pasado ni futuro. Floto en un ubicuo universo que me recuerda aquella placenta protectora, y hasta retumba el latido materno. No. Mi razón asoma y me dice que es el mío.

Veo ese sol madrugador iluminar el techo. Me desconcierta hasta que noto las ondas cambiantes que produce el agua. Seguramente ha llovido y, al reflejarse en un charco a través de una fina ranura de la persiana, lo reproduce invertido. Es el mismo efecto que aprovechan las cámaras de fotos o nuestros ojos. Con hastío, silencio a la ciencia y prefiero la magia de la sinrazón.

Aparecen, flotantes, las copas de los árboles cuyos troncos nacen en el cielo. Estiro mi mano y la punta de mis dedos brillan entre las mil motas de ese polvo prodigioso que ha soltado Campanita, la pequeña hada de Peter Pan. Esa que ahora se camufla como una imposible mariposa y que entra o sale del escenario según la luz. En mi palma siento las plumas de una alondra que, recostada en ella, picotea las lombrices de un arco iris. Las nubes navegan entre las olas de un mar dónde nadan también las aves y donde mi fantasía quiere sumergirse. Loco, distingo arriba a los verdes del follaje y a las flores que, ya abiertas, me miran curiosas.

Mi alma se inflama de dicha ante tanta maravilla y se torna anhelo por este día. Me entusiasma pensar en lo lindo que será, en tu rostro amado y en los besos con que lo cubriré. Ya no me importa que te hayas disipado en el sueño, pues te encontraré en este, mi más bello día. El sol ha seguido su curso y su fulgor, que ya se cuela incontenible, desvanece con su prepotente claridad al alborado mundo de ensueño.

Me energiza, estoy aquí y ahora en mi dormitorio. Mi mente bulle entre detalles: qué camisa, qué pantalón, qué zapatos ¿Perfume o loción?, ¿lentes de contacto o de grueso armazón? No puedo esperar, comeré algunas galletitas y te invitaré a desayunar en el Café de la plaza. Disfrutaré de tu gula por las medias lunas y de tus risas por mis torpezas y mis chistes. Alabaré tu vestido por lo bien que te sienta y tu peinado porque encuadra, perfecto, tu rostro.

 Ansioso, levanto la persiana y abro el ventanal. Me hiere la intemperie gris y, mi primer paso, astilla el cielo de aquel mágico charco. Mis hombros se derrumban y mi ánimo se abate ante tanta realidad. Por más que lo intento, no consigo olvidarte desde tu abandono.

Triste y con frío regreso a la soledad, a ese vacío que no se llena. Clausuro todo a cal y canto, me arrebujo de nuevo entre las mantas, y desesperanzado te busco… te busco porfiado y sin fin en mi memoria.

Cierro los ojos, me obligo a dormir o morir; no lo sé. Y espero una vez más esa espléndida chispa de mi amor. Esa que, feliz, te encuentra sin desfallecer en el sueño.


Carlos Caro

Paraná, 22 de julio de 2015

Descargar PDF: http://cort.as/VmXN


No hay comentarios:

Publicar un comentario