18/10/15

Escenario



Algo me carcome en un darme cuenta. Incluso mi yo más profundo aún no lo cree. Solo la razón me ha hecho dudar y a regañadientes recapacito. Al defender los pilares de mi vida, hago excepciones, casos particulares y justificaciones. Mi corazón no podría sufrir la idea que mis padres no me quieren, que mis amigos sean falsos o que mi mascota solo busca comida en mi compañía. Sin embargo, se atormenta al dudar de tus sonrisas, tus caricias y tus besos.

Mi personalidad es extraña y tortuosa. Se formó así de pequeño para sobrevivir a los malos tratos y burlas de mis compañeros de escuela, ¿o quizás fue al revés?, y estas fueron su reacción a lo raro de mi conducta.

Sea como fuere, recuerdo que desde entonces me sentí en el tablado de un teatro. En él todos actuábamos y representábamos nuestros personajes según un guion. Desapareció la maldad de los que me rodeaban ya que seguían la trama. Desapareció la envidia, los celos y la traición, pues también seguían el libreto. Gracias al argumento pude crecer y encarrilar mi vida rodeado de paz, buenas intenciones y cariño. En el escenario era el mejor actor. Nadie me representaba mejor que yo.

Como trabajador, me levantaba temprano todos los días, me acicalaba en la oscuridad para no despertar a nadie y partía en puntas de pie con apenas un roce de la puerta. Un viaje anónimo al trabajo y un “buen día”, que respondían con su eco las paredes y los ojos gachos e indiferentes de los demás empleados. Se levantaba el telón, y el bueno de mi jefe, en su papel, me atosigaba con amenazas toda la jornada. El resto no se quedaba atrás, me endilgaban sus tareas y se entretenían con pequeños vejámenes que provocaban sus risas. Debía hacer un esfuerzo para no reír con ellos, y me maravillaba ante su trabajo actoral. No podía esperar que terminara la función y comentarles lo bien que lo hacían. Sin embargo, al terminar la representación todos tenían algún compromiso y me dejaban solo con el trabajo atrasado y la consigna de apagar la luz.

Regreso tarde, en la misma oscuridad que partí y antes de entrar, repaso las líneas del ensayo para nuestra función. Al entrar tienes todo preparado, ya has cenado y me ofreces un beso tan frío como la comida. Chichón, también comido, hace algo de bulla para conformarme y abanicando la cola, vuelve a su cucha. Admiro cómo representas tu indiferencia, casi aplaudo tu silencio y, si no fuera por el cansancio, me conmovería el hastío con el que apagas la luz al arroparte en la cama.

En la noche todo se derrumbó. En ella mis ojos, ciegos por la oscuridad, rodaron líquidos hasta la almohada. En ella mi garganta gritó en silencio mi angustia. En ella quiero creer que nos quisimos y que nos queremos. Que no actuamos nuestro amor, que no hubo tramas ni coreografía y que tu juramento, fue tan eterno como el mío, mientras fingimos bailar esa música que no olvido.

Me agoto en la insania y el sueño busca la victoria, pero con un espasmo lo detengo un instante, cierro mi caparazón nuevamente y repaso en mi mente el primer Acto de mañana 
¿Acaso el guion no lo ha hecho Dios?


Carlos Caro

Paraná, 24 de setiembre de 2015

Descargar PDF: http://cort.as/WafY



No hay comentarios:

Publicar un comentario